Juan Cárdenas: «El discurso amoroso no tiene prestigio»

Creamos Ninguna Orilla con la misión de descubrir y publicar obras originales, aves raras que aborden temas clásicos de un modo imprevisible. Y no hay tema más clásico que el amor. ¿Es posible escribir algo nuevo hoy de amor? Parecería imposible. Pero el escritor colombiano Juan Cárdenas lo hizo. Para su composición se apropió de un meme muy popular en su momento. «Tú y yo + invitación sugerente + No sé, piénsalo». El resultado fue una novela tan inclasificable como genial. Fue el primer título que publicamos. En esta charla con la librera Carmela Pérez Morales, de “No tan Puán», nos metemos en el corazón de «Tú y yo».

En «Tú y yo» todo el tiempo se está desbordando de un género literario a otro, se pasa del lenguaje de la prosa a la poesía, de lenguajes visuales a chistes con el meme, todo se va desbordando y a la vez amalgamando, ¿cómo te acercaste a eso?

Fíjate que la naturaleza de este texto, ahora que decís eso de los desbordes, los desplazamientos, creo que tiene que ver con que nunca fue pensando como un proyecto estrictamente literario. Nunca pensé: «esto va a ser una novela, o un libro de poemas». Tiene que ver con una situación personal que yo estaba viviendo, de las que no suelo hablar, pero en este caso sí viene al caso. Yo estaba pasando una crisis con Luciana, mi pareja, y yo hice el libro como una carta de amor y también como un intento de reflexión sobre qué estaba pasando conmigo ahí dentro. De hecho existe una edición a mano, estrictamente a mano, con todos los recortes, los dibujitos, las tapas, es un libro que yo le regalé a Luciana. Mucho después empecé a intelectualizarlo. Pero nunca pensé, no al menos de manera calculada, cómo se iban transformando tantas cosas. A mí me gusta pensar que es una novela corta, de hecho el título del libro es «Tú y yo, una novelita rusa». La novela corta tiene que ver con todo lo que he hecho, es el género en el que suelo trabajar. Y la novela corta es muy rara. Los teóricos, los teóricos modernos, llevan un buen tiempo tratando de entender qué es la novela corta porque claramente se siente muy distinta a un cuento largo o a una novela-novela. La sensación que te deja es muy distinta. Al mismo tiempo, hay mucho choque. Piglia, en su «Teoría de la prosa de Onetti», tiene una pequeña reflexión de la relación de la novela corta y el misterio, la idea de un misterio central al que nunca se accede y que sólo se rodea. A mí eso no me convence, es medio kantiana esa teoría por ese núcleo secreto al que no se puede acceder, pero sí a los márgenes. A mí me gusta creer que la novela corta es ese polvo que se ha levantado después que han pasado los caballos. Es un efecto, un movimiento después del paso de todo el relato. Yo sigo trabajando así, no escondiendo un núcleo sino levantando un efecto de polvareda. Pero al mismo tiempo, «Tú y yo» es una novela muy jibarizada, muy compacta. Jamás pensé que esto era un libro de poemas, jamás. El primero que ha dicho eso fue Alejandro Zambra, y me han hecho bullying con el asunto del poeta desde entonces. Pero bueno, tengo que acepar que en cierto modo en las aliteraciones, en el modo en que se encuentra dispuesto en la pagina, también puede tratarse de un poema raro. Como sea, me gusta pensar en un libro muy vivo, por la forma misma, por la cantidad de espacio que tiene alrededor. Hay mucho silencio también. El libro se deja leer de muchas formas. Es muy complejo, o mejor dicho, tiene frondosidad conceptual, pero a la vez es accesible, muy sencillo de leer, esto hizo que ha sido leído por gente muy diversa, gente que tal vez no lee jamás un libro se puede leer el «Tú y yo».
 

Le diste el libro a Luciana, ese único ejemplar hecho a mano, ¿pero cómo llegó a ser publicado?

Como un año después, un amigo que estaba dirigiendo la parte de publicaciones del Salón de artistas de Colombia, me preguntó si no quería sacar algo. Y se dio una coincidencia. El instituto Caro y Cuervo, en el que enseño, tiene una imprenta en una hacienda del siglo XVIII, en las afueras de Bogotá, tiene todas esas máquinas de finales del siglo XIX hasta mediados del XX, máquinas preciosas. Trabaja mucha gente ahí. Son artistas. Los libros que sacan son espectaculares y yo a veces llevo ahí a los alumnos del instituto para que vean cómo se trabajan esos libros. Y se me ocurrió vincular al instituto con lo que me estaba pidiendo el Salón Nacional y hacer un libro artesanal con la Imprenta Patriótica, así se llama, es muy bonita. Trabajé con amigos diseñadores, lo fuimos pensando para que tuviera resonancias a las vanguardias clásicas, Popova, Rodchenko. Lo fuimos pensando así, y entonces claro, cuando yo estaba haciendo todo ese proceso empecé a intelectualizarlo más. De hecho, en el epílogo yo cito «Fragmentos de un discurso amoroso», de Barthes, ese abandono del discurso político y del amoroso. Como que el discurso amoroso es medio residual. No tiene prestigio hoy día. El carácter residual de los discursos me pareció interesante. Descubrí que había un montón de conexiones debajo del proyecto y entonces escribí un epílogo. Se suele pensar, de una manera creo yo que bastante tonta, que los epílogos funcionan como una explicación, pero nadie lo ve, como creo que hay que verlos, como algo que genera un cortocircuito al lector que puede decir: ¿para qué me explica esto? Incluir tentativas de lectura en el propio texto genera una disonancia.

Volviendo a las posibilidades muy abiertas que hay en “Tú y yo”. ¿Qué pasa con esa estructura satírica del meme, que propone una estructura muy cerrada en sí misma y a la vez un juego de métrica?

Ese género de meme se hizo muy popular por esa época, por el 2015. Y a mí lo que me llamaba la atención de esa formula «Tú y yo + invitación sugerente + No sé piénsalo» eran las cochinadas que una persona le ofrecía a la otra. «Tú y yo + cualquier guarreada + No sé, piénsalo». Además del efecto humorístico, hay una formula de invitación sugerente, y al mismo tiempo se abre una posibilidad allí polisémica brutal con esa fórmula. Son esos momentos donde el meme tiene una fórmula absolutamente genial. Ya la forma del meme trae consigo el germen de todo el proyecto de «Tú y yo». Además hay algo conjetural, es algo que ni siquiera está pasando, es algo que se está invitando hacer a otro, pura conjetura, pura contingencia. Hay algo también de imaginemos juntos el futuro. Y ese imaginemos el futuro se carga de política. El meme es algo sacado de la cultura popular, de la cultura internet que ya debería tener nombre propio, no sé si es popular, masivo o qué, es cultura de internet. A mí me interesa mucho reutilizar materiales que vienen de internet, cosas que veo en TikTok, me encanta la posibilidad de agarrar esos materiales y ponerlos a circular en un contexto distinto. En su contexto original suena a ruido, a basura, a ruinas de ideas. Pero en otro contexto te permite movilizar emociones y conceptos de una manera muy diferente a la que estamos acostumbrados.

 

¿Cómo entra ahí el imaginario ruso, de crítico de arte, en una cárcel?

Siempre estuve muy obsesionado por los formalistas rusos y los constructivistas. Es un lugar al que siempre vuelvo. Cuando doy clases, casi siempre doy clases de formalismo ruso y del constructivismo, es una constante, de modo que lo tenía ahí disponible. Fíjate que una de las preocupaciones que se están moviendo de ese libro, de la que sí fui muy consciente, es la idea de hacer coincidir palmo a palmo la ideología del amor con la ideología en general. Toda la forma que va adquiriendo el deseo, en esa coyuntura, donde la ideología amorosa y la general se encuentran superpuestas, es una cárcel. Y no puedes desear mucho más allá de lo que la ideología te permite desear. Al mismo tiempo, ninguna cárcel es perfecta. Hay resquicios, hay líneas de fuga, posibilidades de lanzar el deseo a otras direcciones que escapan del marco de la ideología. El propio libro busca jugar con eso: estamos aquí encerrados, deberíamos estar felices, estamos cumpliendo el sueño perfecto de estar aquí juntos, comiendo manjares y viendo telenovelas sin doblaje. Y sin embargo la fuga empieza a surgir como una necesitad. Vámonos de aquí. ¿Y qué significa ese ¿vámonos de aquí?, ¿a dónde vamos?. Todas las preguntas que parecen preguntas de parejas, o íntimas, en verdad no lo son. Son preguntas políticas. Y el texto va transitando en esa dirección de manera natural por el efecto de la fuga. Y eso ha llevado a una disparidad de lecturas. El libro ha sido agarrado de tantas maneras que yo ya no siento que es mío, ni de Lu. Bueno, sólo esa edición a mano que hice en el ático de nuestra casa. Pero ya pasó por tantas manos, por tantos ojos. El libro genera un efecto de amor con el lector, que se lo apropia.

Yo siento que al final hay algo en el libro que es muy claro, un libro optimista, pero al mismo tiempo circular, medio tétrico.

Yo a esta altura ya no sé si es pesimista u optimista. Sí es juguetón, de decir sólo jugando vamos a poder hacerle la gambeta al sistema proponiendo una zona de placer, de juego, de asumir algunos riesgos y peligros, porque el amor verdadero es peligroso. Y la política verdadera también es peligrosa, las dos cosas están tocando líneas rojas muy sensibles para quienes manejan el poder. Yo no alcanzo a decir que hay un final feliz, te diría que no, el final es medio terrible, pero quién nos quita lo mucho que nos divertimos tratando de escapar de la cárcel.

Retomando a la causa del libro, ¿qué pasó cuando se lo diste a Luciana?

Yo trabajaba en el ático, teníamos unas gata viejas y ellas se venía conmigo, yo ahí estaba aislado todo el día, tocaba la guitara eléctrica y escribía este libro que salió bastante rápido, me imagino fue por la cuestión emocional que yo estaba atravesando. Un día bajé de ahí con el libro hecho y se lo di. Al principio, la reacción de ella fue más desconcierto que otra cosa. Pero como nuestra relación está hecha a base de conversaciones, el libro entró a formar parte de la conversación. Incluso en nuestra peores épocas no dejamos de ser una máquina parlante, de modo que entró al sistema de nosotros dos. La crisis se agudizó o el libro agudizó la crisis, que después pasó, de modo que el libro sirvió, sí. Pero también ha pasado lo contrario, parejas que estaban en crisis, lo leyeron y se separaron, algo de culpa tuvo el libro, fueron dos parejas, nos dijeron: «el libro está genial, y lloramos mucho y las cosas están mejor ahora». Pero unos meses después, ¡pa! Todo se fue al diablo ahí. Así que puede disparar para cualquier lado.

En «Tú y yo» el amor deja de ser un discurso residual, al menos por un rato.

El amor es un tema que no tiene ningún prestigio, y uno debería pensar por qué es así. Está de moda una apatía muy generalizada, toda una crítica del amor romántico como fuente de todos los males. Me gusta pensar que por mucho que la teoría, o las doctrinas, porque funcionan de manera doctrinaria, diciendo: tal cosa hay que sacarla de nuestras vidas. Por mucho que repitan eso, bueno, el amor romántico está desde los trovadores de la Edad Media y uno no debería sacarse un acumulado histórico así nomás. El amor, en general, es un cemento social, es lo que nos moviliza a la acción cotidiana y política. Uno hace las cosas de verdad sólo por amor, y me parece que una de las claves para que así sea es porque uno se enamora de lo que no sabe del otro, de una zona de opacidad. Ahí sí funciona el modelo kantiano de Piglia. Siempre hay una parte que te queda oculta, por más vueltas que le des. Hoy día todo es un atentado a la idea del misterio, todo debe ser transparente, todos ya saben de antemano con quién se van a meter. Estamos anulando una de las partes fundamentales que es el peligro y la maravilla de decir: ¿Con quién me estoy metiendo?. Creo que a todos nos pasa, son las tres de la mañana y mirás al lado y dices: ¿con quién carajo estoy durmiendo?, por más que sea tu pareja desde hace años. El otro se te vuelve una criatura misteriosa, y ahí está el amor, de cómo te relacionas con ese misterio. El desamor aparece cuando ya entendí, cuando se corrió ese velo. 


 

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